Guatemala se caracteriza por ser un país con una gran riqueza cultural, belleza natural y una posición geográfica estratégica, pero al mismo tiempo se ha posicionado como uno de los países más violentos de la región. Esto gracias a que la discriminación, un gobierno inestable y una brecha socioeconómica que se expande día con día, han formado una sociedad donde únicamente un sector en específico de la sociedad es beneficiado y, en consecuencia, dentro del sector marginado se han formado grupos dedicados a delinquir y violentar los derechos de los demás. Dichos grupos, generalmente compuestos por jóvenes, se conocen como maras. Pero más allá de ser grupos formados directamente para cometer actos delictivos, las maras surgen como respuesta a una necesidad latente en nuestra sociedad: lograr encajar dentro de una sociedad excluyente.
De acuerdo con el Banco Mundial (2010), el surgimiento de las maras en Guatemala y el resto de Centroamérica se remonta a la década de los 80, cuando en el área de Los Ángeles, California, se movían dos grupos que actualmente conforman dos de las maras más grandes de la región: la Mara Salvatrucha (MS13) y la Mara 18. A estos grupos se integró una pequeña parte de jóvenes inmigrantes centroamericanos que habían llegado a Estados Unidos huyendo de los conflictos armados de sus países. Los mismos jóvenes fundaron maras locales inspiradas en los grupos a los que habían pertenecido luego de ser deportados a sus países de origen años después (p. 65).
Los jóvenes que emigraron a Estados Unidos junto con sus familiares durante la época del conflicto armado en gran parte eran de escasos recursos y procedencia indígena, por lo que eran perseguidos en su país de origen. Esto pudo haber jugado un papel importante en el por qué se integraron a las maras de latinoamericanos en E.E.U.U., pues en ellos no había una conexión emocional hacia su país, su cultura o incluso sus familias y, por lo tanto, estaban en búsqueda de un grupo que les diera identidad. Al ser enviados de regreso a Guatemala, decidieron empezar sus propios grupos en el país pues esta ya era su cultura y su forma de ser.
Quienes son más vulnerables a hacerse miembros de maras son aquellos jóvenes que presentan antecedentes de comportamientos violentos y delictivos, motivados por el entorno en el que viven o las personas con las que se relacionan. Con el fin de identificar dichas situaciones de riesgo para poder prevenir que los jóvenes se involucren en actos delictivos, la Organización Mundial de la Salud (2002), (Banco Mundial, 2010), ha identificado cuatro niveles de factores que determinan que una persona joven se involucre o no en un comportamiento de esta clase. Dichos niveles son: nivel social, los sistemas e instituciones que afectan la toma de decisiones individuales; nivel comunitario, la relación del individuo con su entorno; nivel de relación interpersonal, las relaciones con familia y amigos, y nivel interpersonal, aquellos factores de riesgo bilógicos que pueden inclinar a una persona a actuar violentamente, como las adicciones o el autoestima (p. 57-64).
Estos niveles, puestos en conjunto, estudian el todo de un individuo y los motivos por los cuales podría caer en actos delictivos. Pero al evaluar cada nivel en forma individual, se pueden encontrar en cada uno causas específicas que no solo influyen en el comportamiento de una persona, sino también constituyen problemáticas sociales con gran incidencia en la actualidad. La desintegración familiar o una relación padre-hijo inexistente, la cultura de violencia en la que se vive, la deserción estudiantil a temprana edad, la pobreza, etc., son aspectos sociales que influyen en gran manera en el comportamiento de una persona y definen sus motivaciones. Por ejemplo, muchos de los miembros de maras actúan de forma violenta porque dentro de sus hogares ellos han sido violentados, o roban porque crecieron en áreas marginales originadas a partir de la mala planificación del crecimiento demográfico de la ciudad.
Otro factor vital en el por qué un joven se involucraría en una mara está la falta de identidad. Muchos jóvenes provienen de hogares disfuncionales donde carecen de modelos a seguir y por lo tanto, buscan grupos donde sean tomados en cuenta y donde puedan encontrar personas que entiendan sus problemas. Cerón (2013) expone que estos grupos cuentan con una estructura compleja y con valores que le dan identidad a la organización. Estos valores dan a sus miembros una forma específica de ver el mundo, los diferencia de otras maras y determinan sus acciones diarias. Los jóvenes pueden llegar a identificarse tanto con una mara que esta se alza como su verdadera familia (p. 106).
Uno de los testimonios expuestos por ERIC, IDESO, IDIES e IUDOP (2001) dice “Bueno todo empezó cuando jugábamos al futbol. (…) nos tocaba jugar en la final pero no teníamos zapatos y tampoco dinero como cómpralos. Entonces decidimos robarles a los burgueses. (…) Después de eso nos empezamos a juntar y jugábamos fut, (…) pero se da cuenta uno que el futbol es solo para [ellos]. Entonces empezamos a ir a toques (fiestas). Ahí conocimos a otros chavos y nos empezamos a juntar para platicar qué problemas teníamos cada uno. Luego nos dimos cuenta de que el problema era el mismo: todos éramos una pandilla de gafos (pobres, sin dinero) y era como si todos sintiéramos un gran rollo, muchas ganas de estar juntos” (p.174). Dicho testimonio refuerza la idea de que las maras se originan del sentimiento de sentirse marginado de la sociedad y encontrar personas que se sienten de la misma manera. Muchos de los jóvenes miembros de maras no solo se sienten apartados del mundo real, sino también guardan rencor hacia el sector élite de la sociedad, dando lugar a los actos violentos.
Por ende, el problema de las maras en Guatemala y Centroamérica no es solo un asunto penal, también es un asunto social. Anteriormente, se había querido combatir a las maras con estrategias violentas, pero estas demostraron ser inútiles al avivar la llama rencor en los mareros.
En una sociedad cada vez más dividida, cuál es la estrategia más adecuada para combatir el problema de las maras. La violencia solo genera más violencia y, en el fondo, los jóvenes pandilleros solo desean ser aceptados en una sociedad que no los juzgue y los ayude a salir adelante. Lo ideal sería promover programas de prevención e identificación de los factores de riesgo e intentar reinsertar a la sociedad a dichos jóvenes, pues ingresarlos al sistema penitencial únicamente pone en pausa sus actividades delictivas y no los ayuda.
Todos los miembros de una sociedad sienten la necesidad de pertenecer a ella, pero cuando la misma sociedad les cierra la puerta y los margina, estos encuentran la manera de sentirse comprendidos y, al final, la exclusión termina no siendo de beneficio para ninguno, ni los excluidos ni los que excluyen.
Referencias:
Banco Mundial. Unidad de Centroamérica. Unidad de Reducción de la Pobreza y Gestión Económica. Región de América Latina y el Caribe. (2010). Crimen y violencia en Centroamérica (vol. 2). (s.l): Autor.
Cerón, S. K. N. (2013). ¿Hijos de la guerra o huérfanos del estado?: un estudio sobre la violencia juvenil en las maras guatemaltecas, 1985-2011. Recuperado de https://ebookcentral.proquest.com
ERIC, IDESO, IDIES, IUDOP. (2001). Maras y pandillas en Centroamérica (vol. 1). Managua: UCA publicaciones.
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