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Las tres "C" de Comala

Actualizado: 25 sept 2024

“No tienes el control de quién vive, quién muere, quién cuenta tu historia.” –Hamilton, el musical.


Más allá del Valle de las Letras, oculta detrás del punto donde la magia toca la realidad, se encuentra Comala, desolada y seca, exenta del paso del tiempo. Por generaciones, cientos de forasteros han pisado sus desérticas calles y se han retirado ya sea, maldiciendo el momento en que llegaron y jurando nunca más volver o, prometiendo su retorno con el propósito de lograr adentrarse aún más en su misterio. Y es que Comala, aunque lo parezca, no está muerta, sino que en ella reina un poder que va más allá de comprendido; este es el poder de la historia que debe ser contada. A lo largo de la obra Pedro Páramo, escrita por el mexicano Juan Rulfo, Comala utiliza distintas dimensiones de sí misma y la voz de distintas personas en distintos tiempos y estados no solo para contar su propia historia, sino también para demostrar que, al final, no todo es lo que parece y un páramo seco y sin vida, puede llegar a transmitir más de lo que una pradera verde podrá.


Comala se presenta inicialmente como un pueblo fértil y bello, iluminado durante la noche. Comala utiliza los recuerdos de una mujer fugitiva con el corazón en el pasado para mostrarse como una tierra perfecta, creando ilusiones y sueños. En su lecho de muerte, Dolores Preciado evoca a la Comala de sus sueños, de su pasado, aquella tierra amada que se vio obligada a abandonar repentinamente, creando una imagen de perfección y belleza que va más allá de ser solamente eso.


«Hay allí, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche».


Es esta imagen creada por Dolores la que toma la decisión final para Juan, su hijo, de emprender la travesía hacia Comala en búsqueda del padre que nunca tuvo y exigirle todo aquello que les pertenecía y nunca se le había dado. Fue aquella ilusión de un pueblo bonito y un padre rico las que provocaron que Juan emprendiera el camino hacia Comala, embaucado de cientos de ensoñaciones sobre su padre y lo que sucedería al encontrarse con él, realizando así lo que su madre siempre soñó y nunca realizó, regresar a su añorada tierra.


Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones


Es la imagen de la Comala perfecta, la tan llamada Comala Edénica, el pasado que cada quien atesora profundamente en su corazón y sueña con volver a tener. Pero el pasado es un arma de doble filo, este puede traer felicidad sobre los tiempos pasados e impulsar a seguir adelante, o muchas veces es utilizado para encapsular la mente justo en ese momento, olvidando el resto de aspectos y recordando únicamente eso, creando una ilusión que se aleja de la realidad, ya que la mente escoge qué recordar. Es exactamente esto lo que sucede entre Dolores y Juan; el anhelo tan grande de Dolores por regresar, combinado por el único recuerdo escogido por su mente, aquel que proyectaba una Comala ideal, procrearon en Juan ideas falsas de quien era ese tal Pedro Páramo que mencionaba su madre, cuando en realidad no se podía esperar mucho de él, pues nunca había estado allí.


“De Comala aprendí, que al lugar donde has sido feliz, no deberías tratar de volver.”


Pero poco a poco Juan se da cuenta que se encuentra lejos de encontrarse con la Comala de la que su madre le habló y del padre que él imaginó. Es así como Comala se transforma a plena vista de aquel pueblo lleno de anhelo, esperanza e ilusión, en un pueblo desierto y abandonado, plagado de voces en búsqueda de su redención sobre todos aquellos errores cometidos del pasado que los persiguen aún después de haber dejado su forma material atrás.


«Allá me oirás mejor. Estaré más cerca de ti. Encontrarás más cercana la voz de mis recuerdos que la de mi muerte, si es que alguna vez la muerte ha tenido alguna voz»


En esta proyección de Comala, el pueblo representa aquel punto de conexión entre una vida y la otra. Es aquel limbo, el purgatorio de todas aquellas almas condenadas a vivir una y otra vez las acciones que los llevaron a morir sin el perdón divino, e incluso desconocer de su destino, verbi gratia, el caballo de Miguel Páramo, que en pago por haber dejado caer a su amo y que este muriera en una oscura noche sin nadie que intercediera por él, ahora recorre la Media Luna eternamente en pago por sus crímenes pasados.


Es el caballo de Miguel Páramo, que galopa por el camino de la Media Luna.


—¿Entonces vive alguien en la Media Luna?


—No, allí no vive nadie.


—¿Entonces?


—Solamente es el caballo que va y viene. Ellos eran inseparables. Corre por todas partes buscándolo y siempre regresa a estas horas. Quizá el pobre no puede con su remordimiento. ¿Cómo hasta los animales se dan cuenta de cuando cometen un crimen, no?


Esta Comala infernal representa todas aquellas cosas, acciones, pensamientos, etc. que atormentan a una persona, todos aquellos errores pasados que se niegan a irse e impiden seguir adelante, sino que son puestos en la mente una y otra vez, impidiendo el desarrollo de la persona y convirtiéndola en un fantasma que vaga por la vida repitiendo el mismo episodio, sufriendo lo mismo, viviendo su vida en la Comala de los sueños frustrados y las vidas pérdidas.


Las dos proyecciones anteriores de Comala representan dos extremos que al tratar de unificarlos, el punto de unión entre ambos es lo cotidiano, el día a día. Esta es la Comala Real, la conexión entre lo soñado y lo perdido, la representación de lo que Comala en algún momento fue (la Comala de Doloritas) y en lo que se convertiría (la Comala con la que Juan se encuentra).


Este punto de unión es la vida de Pedro Páramo per se, una vida llena de odio y rencor, de violencia y avaricia, donde muchas persona salieron lastimadas; pero también una vida que en algún momento fue de sueños, vulnerable. Una vida con una ilusión que consiguió convertirse en dañina, un deseo tan fuerte y un pasado tan poderoso que no importó la situación, el hizo su ilusión posible más allá de lo sucedido con el tiempo. Este deseo fuerte y pasión ardiente es Susana San Juan.


«Esperé treinta años a que regresaras, Susana. Esperé a tenerlo todo. No solamente algo, sino todo lo que se pudiera conseguir de modo que no nos quedara ningún deseo, sólo el tuyo, el deseo de ti.»


Pero esta Comala es también la vida real, asediada por recuerdos gratos y malditos, por momentos memorables y otros olvidados con el tiempo. La Comala real es el diario vivir de cada persona, en donde los extremos, la ilusión dañina que se interpone a lo demás o la condena a vivir una y otra vez el mismo error, no permitirán avanzar y supera esa etapa. Sin perdón, ya sea divino o propio, no se puede vivir.


El poder de Comala, el de la historia que debe ser contada, va más allá del papel y la tinta. El poder de Comala esta presente en cada persona y, si se busca con diligencia, se podrá apreciar la presencia de este en cada uno. Ilusiones engañosas y pecados eternos son cosas que todos tienen y viven unidos a su alma, día con día. La Comala de Juan Rulfo es más poderosa de lo imaginado, vive dentro de cada persona y se manifiesta en los momentos más cruciales de la vida.



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